viernes, 22 de julio de 2011

Médico

Es irremediable: se acabaron los "casi". Ya soy legal (y moralmente) médico. Hoy he dado el último paso en la consecución de este sueño. Junto con la Voz Sabia que siempre me ha acompañado, he regresado al mismo lugar en el que hace seis años hice la matrícula en la Facultad de Medicina y he pagado el importe correspondiente para recibir el título.

Hoy ha sido un día feliz.

viernes, 17 de junio de 2011

Graduación

Hace dos semanas fue nuestra graduación. Quisiera encontrar las palabras que resumieran la magnificencia de un día tan hermoso y significativo, pero no lograría expresarlo de forma breve. Me limitaré, por ello, a dejar aquí el discurso que leí en la ceremonia:


"Ha llegado el Gran Día. El día en el que por fin, después de tantos años de estudio, de esfuerzo, de sacrificio y de superación, de rozar la felicidad con cada etapa superada y de sumirnos en la desesperación ante lo que parecía demasiado complejo, después de sufrir, de reír, de llorar, ¡de vivir!, el día a partir del cual podemos exclamar con voz alta y clara aquello que nos identificará el resto de nuestras vidas: SOMOS MÉDICOS.


Este homenaje no es tan sólo para los que hoy nos licenciamos, sino también para todos los que habéis permanecido a nuestro lado, apoyándonos obstáculo tras obstáculo a lo largo de todos estos años y viviendo nuestras ilusiones como si fueran las vuestras. Hoy todos cumplimos un sueño. ¡Enhorabuena!


Atrás queda la Bellaterra de nuestra primera juventud, a donde llegamos siendo casi unos niños, nerviosos y atemorizados, pero repletos de la ilusión y de la esperanza suficientes como para ser capaces de afrontar una carrera que nos ha enseñado que nuestros límites y capacidades estaban más lejos de donde imaginábamos.


No han sido unos años fáciles. En diversas ocasiones, muchos de nosotros hemos sentido que esta carrera requería más capacidad, más inteligencia, más memoria o más aguante del que éramos capaces de ofrecer. Los obstáculos no se han encontrado únicamente en el mero hecho memorístico del estudio de miles de páginas ni en el esfuerzo de comprensión, sino que también se han hallado a muchos otros niveles.


Hemos tenido que aprender a mantener la entereza delante de pacientes que se encontraban en el ocaso de su vida. Y nos hemos sentido impresionados, maravillados, ante pacientes que se han sobrepuesto a las malas noticias, han sonreído y han animado ellos mismos a sus familias. Gracias a su loable ejemplo, aprendimos el valor de lo esencial.

Comenzamos a ser médicos con a las enseñanzas de los profesores que nos han acompañado a lo largo de este camino. Tenemos el recuerdo de magníficos profesionales que nos han impactado por su forma de transmitir confianza y esperanza, por inculcarnos su amor por la Medicina y por enseñarnos que va más allá del estudio de enfermedades, es el estudio del ser humano. A todos ellos, una gratitud impagable.

Gracias al personal no docente, tanto del hospital como de la facultad, que siempre nos han proporcionado la ayuda y el toque de humor en los momentos oportunos.

A mis compañeros, ahora que nos hallamos en un momento feliz, lleno de esperanza y con algo de incertidumbre respecto al camino que nos ha reservado el futuro, incluso con temor a distanciarnos de los que han sido nuestros amigos a lo largo de estos años, disponemos de la certeza imborrable de haber compartido una parte de nosotros mismos y de tener el lazo de una historia en común.


Hemos aprendido y crecido juntos. Nos hemos asombrado al unísono a medida que íbamos descubriendo el vasto mundo de la medicina y hemos compartido todo tipo de alegrías y penurias. Pero, sobre todo, entre prácticas y clases, biblioteca, descansos, cenas y cafés, hemos descubierto a verdaderos amigos sin los cuales escribir la historia de estos seis años no hubiera sido posible.


Juntos llegamos al inicio de la vida adulta. Nos decía el Dr. Doménech, al comenzar la licenciatura: os felicito, habéis escogido la más excelsa carrera del saber universal. Honremos esta profesión y demostremos, día a día, que somos dignos merecedores de este título. Hagamos que los profesores que se han volcado en nuestra formación y todas las personas que tanto se han esforzado por nosotros se sientan orgullosas de poder decir: “esos son mis alumnos, ése es mi hijo o mi hija, mi hermano o mi amigo”.


El estudio y la superación nos han permitido que estemos hoy aquí. No dejemos de ser nunca estudiantes de medicina ni de ilusionarnos con esta carrera como lo hicimos con la primera práctica de anatomía. Sigamos el ejemplo de los médicos que nos han enseñado que, lejos de banalidades, más allá de nuestras pretensiones personales, por encima de nosotros mismos, la verdadera razón por la que estamos aquí es el paciente. Nuestra prioridad debe ser ayudar a nuestros semejantes.


Vamos a comenzar a afrontar una vida distinta. Ante los momentos difíciles, recordad que el pasado estuvo plagado de obstáculos, pero continuamos luchando y hoy celebramos un triunfo.


Siempre recordaremos esta universidad y este hospital con cariño. No tan sólo nos han formado, han acogido seis años cargados de experiencias, anécdotas y recuerdos entrañables. Además, nos han permitido conocer a personas excelentes y a las grandes personas no se les olvida nunca.


Muchas gracias."






miércoles, 1 de junio de 2011

Libre.

Nunca pensé que llegaría este momento, pero helo aquí: HE TERMINADO TODOS LOS EXÁMENES DE MEDICINA.

Silencio. Satisfacción. Y cierta sensación de vacío (disfrutémosla, antes de que todo vuelva a llenarse con el MIR).

Siento cómo el peso del mundo se ha descargado de mis espaldas.

Libre. Libre. Libre, al fin.

Tic, tac.


Falta menos de una semana para el día final. El Gran Día. El Día que… en fin, el Día que Todo Acabó. O Casi Todo, o de hecho Sólo Una Parte. El Día que Seremos Médicos.Sí, sí, casi puedo sentir cómo el tiempo se enlentece al pronunciar esas palabras: “seremos médicos”. Como un susurro solemne: “mé-di-cos”. Aún más bajo, casi inaudible, y más lento, arrastrando las sílabas: “méeeeeee-diiiiii-coooooos”.

Buf. ¿Ya da miedo? ¿Has sentido un pequeño escalofrío? Cierta emoción de… ¿sobrecogimiento? ¿alegría? ¿pena? O quizás, algo indescriptible, confuso. “Sentimientos encontrados”, como se suele decir.

Mientras tanto, reviso qué hay que estudiar para el último (ahora sí, sin más dilaciones) examen de la carrera y siento un cierto desamparo al no ver ninguna carpeta llena de 500 páginas en mi escritorio. Me siento desprotegida sin apuntes a mi alrededor. Sola, en medio de una mesa vacía. No puede ser, ¿qué ha pasado? ¿dónde están? ¿qué me falta? No, no hay nada. ¿Qué haré con los subrayadores –ahora inútiles- que había dispuesto por orden de uso (como una mesa de quirófano)?

No puede ser cierto. No puede ser serlo.

martes, 19 de abril de 2011

ACOES (I)

Como todos los grandes días están destinados a dejar huella indeleble, el sábado pasado hizo lo propio. Las ACOES, la evaluación práctica de nuestras habilidades, estuvieron a la altura de nuestras expectativas en lo que a “días especiales” se refiere.

Me levanté a las 6.30 de la mañana, desayuné como si me fuera a una guerra y me dirigí al CAP, que hasta la 13.30 horas presenciaría nuestra agonía. Teníamos que estar allí a las 8.15, así que todos fuimos llegando a cuentagotas sumándonos a un gran grupo lleno de nervios y conversaciones cada vez más desesperadas (“¡Hola! ¿Qué tal? Buf, me ha costado dormir, por cierto...¿Cómo se pone una vía? Pero, ¿¿primero pones el torniquete o desinfectas??¿¿Sí, seguro??” “¿¿Y cuál es la dosis de...??”).

Al cabo de media hora de espera, nos hicieron pasar a una sala de reuniones, donde esperaríamos otra media hora más (“El Purgatorio”, como ha dicho una Voz Sabia), hasta que una de las coordinadoras nos dio instrucciones y nos repartió carpetas con un número de identificación y el itinerario diseñado para cada uno.

Las tres plantas del CAP contenían cada una las veinte estaciones por las que todos debíamos pasar, así que nos fueron llamando de diez en diez para subirnos en ascensor hasta la planta correspondiente. A mi grupo nos tocó entre los últimos, y mientras mirábamos cómo se encerraba en el ascensor contiguo el grupo anterior (“¡Adiós, suerte!”) y subíamos nerviosos a nuestro ascensor siguiendo las indicaciones (“Subid hasta la tercera planta, salid y esperad allí a que os recojan”), hubo quien encontró comparaciones inquietantes: “Parecemos refugiados en un campo de concentración”.

Una vez en la planta asignada, dos amables coordinadores nos dirigieron a cada uno hasta el lugar desde donde debíamos empezar la prueba. El examen consistía en 20 estaciones o consultas, cada una con un caso clínico colgado en la puerta con las instrucciones acerca de lo que se esperaba de nosotros (hacer la historia clínica, explorar al paciente-actor, explicarle sus posibles diagnósticos y pruebas complementarias o bien responder a una serie de preguntas hechas por un examinador). Cada estudiante debía comenzar en una puerta e ir rotando por todas las estaciones.

Así pues, nos acompañaron a cada uno hasta la consulta pertinente y nos hicieron esperar de espaldas a la puerta para no leer el caso clínico expuesto hasta que una señal por megafonía lo indicara y que saliera el compañero que ya se encontraba dentro de la consulta.

Y por fin, la señal:
Megafonía: SALGA DE LA CONSULTA.
(El estudiante anterior salió y los recién llegados nos dimos la vuelta para leer el caso).
Varón de 47 años, que desde ayer por la tarde refiere dolor en punta de costado y disnea.

Megafonía: ENTRE EN LA CONSULTA
-¡Hola, buenos días! ¿Qué tal?
-Verá, doctora, me encuentro muy mal...

Y rápido, rápido, historia clínica, exploración física y explicarle qué le podría estar sucediendo, ya que tan sólo teníamos 10 minutos por estación.

Megafonía: QUEDAN 3 MINUTOS PARA TERMINAR
"¡No, aún voy por la mitad!"

- Por favor, siéntese en la camilla que lo voy a explorar (auscultación cardíaca y pulmonar, pulsos, orofaringe, qué me estoy dejando, qué me estoy dejando..). Mire, creo que tiene una infección en los pulmones.
- Pero doctora, es que estoy tan cansado...
- Sí, esto puede ser por la infección respiratoria. Ahora le daré un tratamiento con antibióticos una semana y le pediré unas pruebas para confirmar qué es y si necesita algo más (¿Qué me estoy dejando, qué me estoy dejando?...).
- Pero doctora, es que me siento como si me ahogara y no sé por qué puede ser...
- Ya veo, usted tranquilo que eso es por la infección, ya verá como con el tratamiento en unos días se encontrará mucho mejor. Le pediré una analítica y le miraremos el oxígeno en la sangre... (Me dejo algo, sé que me dejo algo, ¿le he preguntado si fuma, si bebe, alergias? Sí, sí, le he preguntado todo... ¿me dejaré algo? Creo que no).

Megafonía: SALGA DE LA CONSULTA

- Adiós, ¡muchas gracias y que vaya muy bien!
- Suerte, doctora.

Siguiente estación...
Megafonía: ENTRE EN LA CONSULTA
“¡Oh, no! ¿Y si le tendría que haber dicho que le daba oxígeno? ¿Y si le tendría que haber dicho que tal vez habría que ingresarlo? ¿Y si le tendría que haber mencionado la palabra “neumonía” en lugar de decir tan sólo infección respiratoria? ¿Le he preguntado si fuma? Sí, sí, creo que sí... ¿o no?).

Escribir la historia clínica del paciente anterior, ver las pruebas complementarias pedidas y señalar diagnósticos diferenciales y tres criterios de gravedad.

“¡Oh, no! Cumple tres criterios de gravedad e ingreso según las analíticas, y yo sin decirle nada de llevarlo al hospital... pero claro, esto sólo se puede saber mirando las analíticas, ¡oh! Tal vez por eso me repetía tanto que se sentía muy cansado... pero quizás tan sólo me lo decía para que yo mostrara empatía y poder valorar así mis capacidades comunicativas... Ay, ¿debería haberle dicho que había que plantearse el ingreso?”

Megafonía: QUEDAN TRES MINUTOS PARA TERMINAR
“Buf... corre, que no te da tiempo a escribirlo todo”.

Megafonía: SALGA DE LA CONSULTA

“¿Dónde está la siguiente puerta? ¿Dónde? Ah sí, por ahí...”

Megafonía: ENTRE EN LA CONSULTA
Varón de 60 años con dificultad para orinar desde hace una semana. Historia clínica, explicarle posibles diagnósticos y pruebas que se le realizarán.

-¡Hola, buenos días! Dígame, qué le ocurre.
(Apretón de manos).
- Hola doctora, verá.. (...), y claro estoy muy preocupado...

- Bueno, no se preocupe que está en buenas manos y los compañeros que le harán las pruebas son excelentes especialistas -jo, qué metida estaba en el papel.

- Sí, doctora –reprimiendo la sonrisa-, no lo dudo, seguro que es usted muy buena especialista. Pero claro –serio de nuevo- tengo un amigo que murió hace unos meses y comenzó igual que yo, con problemas para orinar, y ahora ya... cuando nos llega, nos llega.

- No diga eso, hombre, si es usted aún muy joven, ha hecho bien en venir tan pronto y podremos buscar a ver de qué se trata, pero usted tranquilo.

- Sí, doctora.

- Bueno, creo que este problema es de la próstata y le voy a tener que hacer un tacto rectal para ver cómo está y si habría que pedirle algo más, posiblemente una biopsia. El tacto rectal es algo incómodo, pero usted no se preocupe que intentaré ser lo más delicada posible.

- Jaja, sí, seguro que será usted muy delicada.

Megafonía: QUEDAN TRES MINUTOS PARA TERMINAR
Y de nuevo, las mismas inquietudes: ¿Se lo estoy preguntando todo? ¿Qué me dejo? ¿Le he informado bien? ¿Habré usado demasiados tecnicismos? ¿Qué me dejo? Yo creo que ya está todo, pero... ¿y si me estoy dejando algo?

- ¿Tiene alguna duda o algo que no haya entendido? ¿No? Pues en ese caso, muchas gracias, señor Manuel, cuídese.

Megafonía: SALGA DE LA CONSULTA

“Ay... y sólo han pasado 25 minutos...”

Megafonía: ENTRE EN LA CONSULTA
Maniquí en el que palpar la próstata. Escribir la historia clínica del paciente anterior y solicitud de prueba complementaria. Diagnóstico diferencial.
“¡Ag! Y yo que nunca he palpado ninguna próstata en pacientes en el hospital...” (me pongo los guantes, introduzco el dedo...). “¡Anda! Esto es pétreo de verdad!”

Luego, escribir la petición:
“¡Ay! ¿Cuánto me ha dicho que fumaba? ¿3 o 4 cigarrillos al día? ¿Se lo he preguntado, verdad? ¿O era del paciente anterior? No, no, era de éste. Tres, sí, tres...¿Cómo lo escribo? ¿Así o mejor de esta otra forma?”.

Megafonía: QUEDAN TRES MINUTOS PARA TERMINAR
"¡Corre! ¡Acaba ya!"

Megafonía: SALGA DE LA CONSULTA




...







lunes, 11 de abril de 2011

El último examen: sí, pero no.

En fechas cada vez más cercanas al Gran Final, todos nos esforzamos en intentar señalar las últimas veces que haremos algo: la última asignatura, el último examen, las últimas PAUS, el primer y último trabajo de preventiva... Hace unos meses escribí una entrada sobre el último examen de la última asignatura de la carrera (que no el último examen, aunque embriagada por la emoción reconozco no haberlo matizado)y como todo, aquello también pasó: lo hicimos, nos sentimos pletóricos al salir, saltamos de alegría e hicimos fotos para rememorar en la posteridad con los ojos vidriosos y el corazón nostálgico.


No obstante, aún quedan algunos obstáculos más que salvar. Ahora llegan las ACOES, un examen con parte práctica y teórica. La práctica la realizaremos este sábado, y será, sin duda, el examen más extraño ante el que nos hayamos enfrentado. Durante toda una mañana, nos dedicaremos a pasar consulta en un ambulatorio a unos actores que simularán diversas patologías y nosotros tendremos que actuar como si fuéramos médicos “de verdad”. Con naturalidad, por supuesto.


Ays... a falta de años de trabajo y experiencia, deberían incluir clases de interpretación, “Cómo aparentar ser un buen médico: aprende a inspirar confianza” como asignatura troncal.


Si logramos superar el miedo escénico y recordar lo aprendido a lo largo de estos años... será divertido, sin duda.

sábado, 2 de abril de 2011

Comienza la cuenta atrás: dos meses.




Es curioso. Después de 6 años siguiendo la misma rutina y tras haber experimentado en multitud de ocasiones el deseo de terminar para, precisamente, poder cambiar los hábitos, una (y tantos otros) nos percatamos de que tan sólo quedan dos meses y sentimos algo indescriptible.

En primer lugar, destaca la sorpresa. “¿Qué? ¿Dos meses? ¿¿DOS?? ¿¿YA??”, como si 6 años hubieran pasado en un abrir y cerrar de ojos. Seguro que la mayoría, en ese instante, nos vemos a nosotros mismos la noche antes del examen de biofísica, de fiosología, de microbiología o de cualquiera que fuera la pesadilla de cada uno, en algún acceso de pánico (“Es demasiado difícil, ¡Voy a suspender! ¡Nunca acabaré la carrera!"), o de desesperación (“¿Por qué escogí medicina? ¿¿POR QUÉ?? ¡Quiero dejarlo!"). Y que no mientan tantos: el 90% lo hemos pensado en algún momento. Sin embargo, 6, 5, 4 o 2 años después de algún momento de debilidad, todo parece haber transcurrido en un suspiro.

Tras la sorpresa, llega la felicidad (“¡Oh! Ya seré médico”), e inmediatamente, el pánico “(¿¿¿QUÉ??? ¿¿¿MÉDICO??? ¿¿¿YO???”). “Sí, sí, tú”, ya que cuando comienzas algo en lo que al menos emplearás seis años de tu vida, no asumes con la suficiente convicción que los finales, sean cuales sean, siempre llegan. Y con ellos, los cambios (“¿Qué pasará después? ¿Qué haré? ¿A dónde se irán mis amigos? ¿Dónde acabaré yo?”) y la responsabilidad (“¿Lo haré bien o, al menos, no demasiado mal?”).

Una voz sabia siempre me ha dicho que esta carrera es como una maratón, un acopio resistencia y paciencia. Y sólo se puede hacer eso, continuar paso a paso discerniendo las respuestas a cada pregunta.

Ya lo decía Unamuno... “la vida es una nebulosa”.