jueves, 30 de diciembre de 2010

"...el olor de las almendras amargas..."

Hace pocos días tuve un momento genial. Podría describirlo de muchas formas: como “un momento memorable por su tremebunda felicidad, al suponer casi un encuentro sublime con un alter ego”, o podría escoger algo más espiritual, como por ejemplo “un instante que acarició mi alma y elevó mi espíritu”, y aún podría añadir “cuyo recuerdo reverbera en los confines de mi memoria”.
Sin embargo, tras alguna que otra hora en la Academia, donde intentan inculcarnos un sentido práctico del estudio (gestión del tiempo y de conocimientos), he decidido que aplicaré ese pragmatismo en otros ámbitos de la existencia. Así pues, me limitaré a decir que ese momento fue genial. Tanto como para desear plasmarlo aquí y evitar que perezca en el olvido.

Como no podía ser de otra forma, decidí regalar El amor en tiempos del cólera por Navidad. Para huir de las masas, lo encargué en una nueva y pequeña librería y, al regresar para recogerlo, me atendió una dependienta distinta.

- ¿Es para regalo? ¿Quieres que te lo envuelva?
- Sí, por favor.
- Pues...-comenzó a hablar con aire distraido mientras envolvía el libro- si no te lo has leído, te lo recomiendo, es muy bueno.
- ¡Oh, sí! Sí, que me lo he leído (una, y otra, y otra vez).
- ¿Ah sí? A mí incluso me gustó más que Cien años de soledad.
- ¡A mí también!- respondí con una mezcla de sorpresa, euforia y contención.
- ¿¿Sí?? De hecho, ¡creo que es de las mejores novelas que ha escrito!.
- ¡Sí! – confirmé rebosante de entusiasmo-. ¡Yo también lo pienso! Algunas de sus otras novelas me han parecido sucedáneos en comparación con este libro.
- Bueno, a mí también me gustó mucho 12 cuentos peregrinos. Si no te lo has leído te lo recomiendo.
- ¡Oh, sí! También me gustó.
- Creo que se podría decir que he leído todas sus novelas, me faltan sus textos periodísticos.
-¡¡Yo también!! - respondí pletórica.
- Bueno... parece que vamos a tener que concluir que García Márquez es uno de nuestros escritores favoritos.
- ¡Sí! – exclamé de nuevo, con la voz casi ahogada por la emoción, incapaz de añadir nada más.

Qué felicidad. Intenté disimularlo cuando me percaté de que otro joven comprador nos miraba con expresión divertida. Pero... ¡qué felicidad!

Y para terminar, el delicioso comienzo de El amor en tiempos del cólera. “Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados”.

Sublime.

viernes, 10 de diciembre de 2010

La elegancia del erizo.

Ante la hermosa, sublime, deliciosa, tremebundamente dichosa perspectiva que nos aguarda de otro fin de semana más de encierro en aMIR, no quisiera dejar escapar la última oportunidad de libertad hasta dentro de unas horas y recomendar la lectura de La elegancia del erizo.

"Me llamo Renée. Tengo 54 años. Soy la portera del número 7 de la calle Grenelle, un bonito palacete con patio y jardín interiores, divididos en ocho pisos de lujo. (...) Respondo muy bien al paradigma de portera que se espera de mí (...). La aparición de las cintas de vídeo y, más adelante, del DVD, cambió las cosas de manera aún más radical en lo que a mi beatitud se refiere. Como no es muy frecuente que una portera disfrute con Muerte en Venecia, y que de la portería provengan las notas de Mahler, recurrí a los ahorros conyugales, con tanto esfuerzo reunidos, y adquirí otro aparato que instalé en mi escondrijo. Mientras, garante de mi clandestinidad, el televisor de la portería berreaba sin que yo lo oyera insensateces para cerebros poco a nada refinados, yo podía extasiarme, con lágrimas en los ojos, ante los milagros del Arte".

"La gente cree ansiar y perseguir estrellas, pero termina como peces de colores en una pecera. (...). En lo que a mí respecta, tengo 12 años, vivo en la calle Grenelle número 7, en un piso de ricos. Mis padres son ricos, mi familia es rica y por consiguiente, mi hermna y yo somos virtualmente ricas. Papá es diputado, después de haber sido ministro, y sin duda llegará a ser presidente de la Asamblea Nacional y se pimplará la bodega entera del palacete de Lassay, sede de dicha Asamblea. Mamá... mamá no es lo que se dice una lumbrera, pero tiene cultura. Es doctora en letras. Escriba sus invitaciones para cenar sin faltas de ortografía y se pasa el tiempo dándonos la tabarra con referencias literarias ("Colombe, no te pongas en plan Guermantes", "Tesoro, eres una verdadera sanseverina"). Pese a ello, ese a toda esta suerte y toda esta riqueza, hace mucho tiempo que sé que el destino es la pecera. ¿Que cómo lo sé? Pues porque da la casualidad de que soy muy inteligente. Excepcionalmente inteligente, incluso. (...). Como no me apetece mucho llamar la atención, y en una familia en la que la inteligencia se considera un valor supremo a una niña superdotada no la dejarían nunca en paz, en el colegio trato de hacer menos de lo que podría, pero aun así siempre soy la primera en todo".

En la obra, Renée y Paloma nos trasladan a un mundo donde las apariencias pierden importancia y adquieren relevancia las ideas hermosas y el pensamiento profundo, como herramienta para enriquecer y acariciar el alma.

Datos escabrosos


Corrección de una pregunta MIR: "El acceso a medios de alta letalidad como el ser militar o médico, la presencia de trastornos mentales y las profesiones con alto grado de estrés (médicos), son factores de riesgo de suicidio".


Indagando qué ofrece internet al respecto, he encontrado los siguientes datos:


- La revista JAMA publicó un estudio retrospectivo llevado a cabo en Inglaterra y Gales, que demuestra que existe un mayor riesgo de suicidio en médicos de sexo femenino en comparación con sus compañeros de sexo masculino. Del mismo modo, el estudio revela que estos médicos varones tienen a su vez un menor riesgo de suicidio en comparación con el riesgo de la población en general.
Las especialidades que presentan un mayor riesgo son: anestesia, medicina familiar, psiquiatría y medicina general.
El estudio plantea la necesidad que se tiene de atajar este problema, no sólo debido a que cada vez hay mayor número de mujeres dedicadas a la medicina, sino debido al gran estrés y problemas mentales que sufren estos profesionales.


Fuente: Keith Hawton et al. Suicide in doctors: a study of risk according to gender, seniority and specialty in medical practitioners in England and Wales, 1979-1995. JAMA 2001 May;55:296-300.


- En el otro lado del planeta, en México, un artículo reciente (milenio.com) describe la situación: "La primera causa de muerte entre los médicos es el suicidio debido a “nuestro complejo de Dios” de querer salvar la vida de las personas a toda costa, por el abandono de la familia ante las largas horas dedicadas al trabajo, por dificultades económicas y enfermedades aledañas, aseguró Jaime Federico Rebolledo Mota, maestro en ciencias en Bioética del IPN.

Según el investigador y autor del libro El médico y el dolor, el dolor del médico. Síndrome de Aniquilamiento, en la actualidad 43% de los profesionales de la medicina padece ese síndrome, que en mucho se asocia con las adicciones y el excesivo trabajo.

“En este síndrome se incluye el desgaste humano por el esfuerzo que hacemos por salvar la vida, lo cual, a muchos los lleva a la depresión profunda. Cuando hablo del Síndrome de Aniquilamiento, me refiero a que actualmente 1 de cada 2 médicos se va a suicidar o tiene ideas suicidas que puede llevar a la práctica”, dijo uno de los impulsores de la Ley de Voluntad Anticipada 2008.

“En el mundo se reporta que existe hasta 12% de suicidios en médicos a causa del Síndrome de Aniquilamientos. Uno de los países con ese porcentaje es Inglaterra que, en comparación con México, tiene menor incidencia del padecimiento”, abundó Rebolledo.


- Y por último, el metanálisis (¡la joya de la Corona!) Índice de suicidios en el colectivo médico: una evaluación cuantitativa y por sexos (metaanálisis). (Suicide rates among physicians: A quantitative and gender assessment (meta-analysis).) Autor-es: Eva S. Schernhammer; Graham A. Colditz. American Journal of Psychiatry. 2004 Dic;161(12):2295-2302.

En él se concluye que los estudios del suicidio en la población médica muestran, en general, unas densidades de incidencia de suicidio entre ligeramente elevadas (varones) y muy elevadas (mujeres). Sin embargo, estudios de mayor envergadura deberían ayudar a clarificar si el índice de suicidios de las mujeres médicas es realmente elevado o es atribuible al sesgo de publicación.


En fin, espero que el metanálisis esté en lo cierto al plantear que tal vez los escabrosos datos puedan ser debidos a un importante sesgo de publicación.


lunes, 6 de diciembre de 2010

Tras 12 horas de clase...

Hace poco más de una semana, uno de esos sábados aciagos y entrañables, con el cielo nublado, la gente paseando por la calle y aprovechando el día libre para plantearse llevar a cabo las compras navideñas, me trajo durante un instante el recuerdo de aquellos días felices de la infancia. Entonces, el día frío, nublado y eterno se presentaba como una oportunidad fantástica, casi ilimitada, para disfrutar de juegos al calor de la lumbre, deseando detener el tiempo, con el olor de las castañas asándose en la chimenea. El hogareño olor a castañas de un día de otoño... el mismo olor que ahora también acompaña el breve descanso de un sábado en la academia.

“Hay que volver a clase, ya han pasado 10 minutos”, “¿Ya?”, exclamamos apurando el último sorbo de café en el que hemos puesto toda nuestra esperanza para aguantar hasta la hora de la comida sin dormirnos.

Y más clase, y buscar rápido un lugar donde comer, reir, olvidar y permitirnos el placer de quejarnos. Lástima que hayan tardado tanto en hacerse realidad los sábados eternos con los que todos soñábamos de niños. Y volver rápido, cinco horas de examen, otra hora de clase... y el fin.

Al salir, con la capacidad de pensamiento reducida a su mínima expresión, una se deja guiar tan sólo por la recesión a los recuerdos más primitivos. “Cuidado al cruzar la calle”, dice el subconsciente. Y se siente como nunca el instante presente. El frío en la cara, el bullicio en el exterior, el ruido, la gente, los coches, las luces navideñas de los escaparates que acompañan ese momento feliz.

Mientras me acomodo plácidamente en una butaca de cine, un spot publicitario crea el momento más hermoso y entrañable de mi día. He recordado por qué escogí este camino y el cansancio, sabe a menos.