viernes, 17 de junio de 2011

Graduación

Hace dos semanas fue nuestra graduación. Quisiera encontrar las palabras que resumieran la magnificencia de un día tan hermoso y significativo, pero no lograría expresarlo de forma breve. Me limitaré, por ello, a dejar aquí el discurso que leí en la ceremonia:


"Ha llegado el Gran Día. El día en el que por fin, después de tantos años de estudio, de esfuerzo, de sacrificio y de superación, de rozar la felicidad con cada etapa superada y de sumirnos en la desesperación ante lo que parecía demasiado complejo, después de sufrir, de reír, de llorar, ¡de vivir!, el día a partir del cual podemos exclamar con voz alta y clara aquello que nos identificará el resto de nuestras vidas: SOMOS MÉDICOS.


Este homenaje no es tan sólo para los que hoy nos licenciamos, sino también para todos los que habéis permanecido a nuestro lado, apoyándonos obstáculo tras obstáculo a lo largo de todos estos años y viviendo nuestras ilusiones como si fueran las vuestras. Hoy todos cumplimos un sueño. ¡Enhorabuena!


Atrás queda la Bellaterra de nuestra primera juventud, a donde llegamos siendo casi unos niños, nerviosos y atemorizados, pero repletos de la ilusión y de la esperanza suficientes como para ser capaces de afrontar una carrera que nos ha enseñado que nuestros límites y capacidades estaban más lejos de donde imaginábamos.


No han sido unos años fáciles. En diversas ocasiones, muchos de nosotros hemos sentido que esta carrera requería más capacidad, más inteligencia, más memoria o más aguante del que éramos capaces de ofrecer. Los obstáculos no se han encontrado únicamente en el mero hecho memorístico del estudio de miles de páginas ni en el esfuerzo de comprensión, sino que también se han hallado a muchos otros niveles.


Hemos tenido que aprender a mantener la entereza delante de pacientes que se encontraban en el ocaso de su vida. Y nos hemos sentido impresionados, maravillados, ante pacientes que se han sobrepuesto a las malas noticias, han sonreído y han animado ellos mismos a sus familias. Gracias a su loable ejemplo, aprendimos el valor de lo esencial.

Comenzamos a ser médicos con a las enseñanzas de los profesores que nos han acompañado a lo largo de este camino. Tenemos el recuerdo de magníficos profesionales que nos han impactado por su forma de transmitir confianza y esperanza, por inculcarnos su amor por la Medicina y por enseñarnos que va más allá del estudio de enfermedades, es el estudio del ser humano. A todos ellos, una gratitud impagable.

Gracias al personal no docente, tanto del hospital como de la facultad, que siempre nos han proporcionado la ayuda y el toque de humor en los momentos oportunos.

A mis compañeros, ahora que nos hallamos en un momento feliz, lleno de esperanza y con algo de incertidumbre respecto al camino que nos ha reservado el futuro, incluso con temor a distanciarnos de los que han sido nuestros amigos a lo largo de estos años, disponemos de la certeza imborrable de haber compartido una parte de nosotros mismos y de tener el lazo de una historia en común.


Hemos aprendido y crecido juntos. Nos hemos asombrado al unísono a medida que íbamos descubriendo el vasto mundo de la medicina y hemos compartido todo tipo de alegrías y penurias. Pero, sobre todo, entre prácticas y clases, biblioteca, descansos, cenas y cafés, hemos descubierto a verdaderos amigos sin los cuales escribir la historia de estos seis años no hubiera sido posible.


Juntos llegamos al inicio de la vida adulta. Nos decía el Dr. Doménech, al comenzar la licenciatura: os felicito, habéis escogido la más excelsa carrera del saber universal. Honremos esta profesión y demostremos, día a día, que somos dignos merecedores de este título. Hagamos que los profesores que se han volcado en nuestra formación y todas las personas que tanto se han esforzado por nosotros se sientan orgullosas de poder decir: “esos son mis alumnos, ése es mi hijo o mi hija, mi hermano o mi amigo”.


El estudio y la superación nos han permitido que estemos hoy aquí. No dejemos de ser nunca estudiantes de medicina ni de ilusionarnos con esta carrera como lo hicimos con la primera práctica de anatomía. Sigamos el ejemplo de los médicos que nos han enseñado que, lejos de banalidades, más allá de nuestras pretensiones personales, por encima de nosotros mismos, la verdadera razón por la que estamos aquí es el paciente. Nuestra prioridad debe ser ayudar a nuestros semejantes.


Vamos a comenzar a afrontar una vida distinta. Ante los momentos difíciles, recordad que el pasado estuvo plagado de obstáculos, pero continuamos luchando y hoy celebramos un triunfo.


Siempre recordaremos esta universidad y este hospital con cariño. No tan sólo nos han formado, han acogido seis años cargados de experiencias, anécdotas y recuerdos entrañables. Además, nos han permitido conocer a personas excelentes y a las grandes personas no se les olvida nunca.


Muchas gracias."






miércoles, 1 de junio de 2011

Libre.

Nunca pensé que llegaría este momento, pero helo aquí: HE TERMINADO TODOS LOS EXÁMENES DE MEDICINA.

Silencio. Satisfacción. Y cierta sensación de vacío (disfrutémosla, antes de que todo vuelva a llenarse con el MIR).

Siento cómo el peso del mundo se ha descargado de mis espaldas.

Libre. Libre. Libre, al fin.

Tic, tac.


Falta menos de una semana para el día final. El Gran Día. El Día que… en fin, el Día que Todo Acabó. O Casi Todo, o de hecho Sólo Una Parte. El Día que Seremos Médicos.Sí, sí, casi puedo sentir cómo el tiempo se enlentece al pronunciar esas palabras: “seremos médicos”. Como un susurro solemne: “mé-di-cos”. Aún más bajo, casi inaudible, y más lento, arrastrando las sílabas: “méeeeeee-diiiiii-coooooos”.

Buf. ¿Ya da miedo? ¿Has sentido un pequeño escalofrío? Cierta emoción de… ¿sobrecogimiento? ¿alegría? ¿pena? O quizás, algo indescriptible, confuso. “Sentimientos encontrados”, como se suele decir.

Mientras tanto, reviso qué hay que estudiar para el último (ahora sí, sin más dilaciones) examen de la carrera y siento un cierto desamparo al no ver ninguna carpeta llena de 500 páginas en mi escritorio. Me siento desprotegida sin apuntes a mi alrededor. Sola, en medio de una mesa vacía. No puede ser, ¿qué ha pasado? ¿dónde están? ¿qué me falta? No, no hay nada. ¿Qué haré con los subrayadores –ahora inútiles- que había dispuesto por orden de uso (como una mesa de quirófano)?

No puede ser cierto. No puede ser serlo.