Falta menos de una semana para el día final. El Gran Día. El Día que… en fin, el Día que Todo Acabó. O Casi Todo, o de hecho Sólo Una Parte. El Día que Seremos Médicos.Sí, sí, casi puedo sentir cómo el tiempo se enlentece al pronunciar esas palabras: “seremos médicos”. Como un susurro solemne: “mé-di-cos”. Aún más bajo, casi inaudible, y más lento, arrastrando las sílabas: “méeeeeee-diiiiii-coooooos”.
Buf. ¿Ya da miedo? ¿Has sentido un pequeño escalofrío? Cierta emoción de… ¿sobrecogimiento? ¿alegría? ¿pena? O quizás, algo indescriptible, confuso. “Sentimientos encontrados”, como se suele decir.
Mientras tanto, reviso qué hay que estudiar para el último (ahora sí, sin más dilaciones) examen de la carrera y siento un cierto desamparo al no ver ninguna carpeta llena de 500 páginas en mi escritorio. Me siento desprotegida sin apuntes a mi alrededor. Sola, en medio de una mesa vacía. No puede ser, ¿qué ha pasado? ¿dónde están? ¿qué me falta? No, no hay nada. ¿Qué haré con los subrayadores –ahora inútiles- que había dispuesto por orden de uso (como una mesa de quirófano)?
No puede ser cierto. No puede ser serlo.
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