sábado, 2 de abril de 2011

Comienza la cuenta atrás: dos meses.




Es curioso. Después de 6 años siguiendo la misma rutina y tras haber experimentado en multitud de ocasiones el deseo de terminar para, precisamente, poder cambiar los hábitos, una (y tantos otros) nos percatamos de que tan sólo quedan dos meses y sentimos algo indescriptible.

En primer lugar, destaca la sorpresa. “¿Qué? ¿Dos meses? ¿¿DOS?? ¿¿YA??”, como si 6 años hubieran pasado en un abrir y cerrar de ojos. Seguro que la mayoría, en ese instante, nos vemos a nosotros mismos la noche antes del examen de biofísica, de fiosología, de microbiología o de cualquiera que fuera la pesadilla de cada uno, en algún acceso de pánico (“Es demasiado difícil, ¡Voy a suspender! ¡Nunca acabaré la carrera!"), o de desesperación (“¿Por qué escogí medicina? ¿¿POR QUÉ?? ¡Quiero dejarlo!"). Y que no mientan tantos: el 90% lo hemos pensado en algún momento. Sin embargo, 6, 5, 4 o 2 años después de algún momento de debilidad, todo parece haber transcurrido en un suspiro.

Tras la sorpresa, llega la felicidad (“¡Oh! Ya seré médico”), e inmediatamente, el pánico “(¿¿¿QUÉ??? ¿¿¿MÉDICO??? ¿¿¿YO???”). “Sí, sí, tú”, ya que cuando comienzas algo en lo que al menos emplearás seis años de tu vida, no asumes con la suficiente convicción que los finales, sean cuales sean, siempre llegan. Y con ellos, los cambios (“¿Qué pasará después? ¿Qué haré? ¿A dónde se irán mis amigos? ¿Dónde acabaré yo?”) y la responsabilidad (“¿Lo haré bien o, al menos, no demasiado mal?”).

Una voz sabia siempre me ha dicho que esta carrera es como una maratón, un acopio resistencia y paciencia. Y sólo se puede hacer eso, continuar paso a paso discerniendo las respuestas a cada pregunta.

Ya lo decía Unamuno... “la vida es una nebulosa”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario